Ginés Marín-Roca Rey, el duelo que todas las plazas merecen ver. Éxtasis en Badajoz.
38 grados marcaba el mercurio cuando a las 20:03 rompía el paseillo en el coso pacense. Tres cuartos de plaza en el día grande de una feria que, si bien ha sido demasiado corta, ha conseguido reunir a gran parte de los mejores toreros del escalafón.
Salía el primero de la tarde, el peor de una grandísima corrida de Núñez del Cuvillo. Pudo hacerle Morante de la Puebla una verónica y una media. Casi nada en la muleta, tercio al que el toro llegó parado. Abrevió el maestro sevillano. Cuestión distinta fue el cuarto, al que Morante expremió a pesar del peligro que traía el animal. Torería añeja y clásica que bien merecían la música (el diestro de La Puebla tuvo que pedirla) y una oreja que no paseó tras dos feas volteretas, en la primera se hacía presagiar algo peor por el largo rato que estuvo tendido en el suelo, de la segunda se levantó casi al instante. Pasó directo a la enfermería y, de allí, al hospital.
Volvía el huracán Roca Rey a Badajoz seis años después como máxima figura de la actualidad y los móviles de los aficionados más jóvenes ardían en fotos, videos y mensajes. Una ramillete de verónicas rematadas con una media en el primer tercio como preludio a unos estatuarios en la faena de muleta donde el peruano no se movió ni un centímetro rematados con una arrucina y un de pecho. La plaza en pie. Lo lidió el de Lima por ambos pitones, sacando más rédito del derecho. Estocada y dos orejas. En el quinto se vió a otro Roca, con series de naturales más templados que de costumbre y construyendo una faena a base de paciencia y experiencia. Oreja para sumar tres en un regreso soñado por torero y afición.
Cuando salieron los cárteles de San Juan 2022 nadie entendió porque el triunfador de la feria de 2021 y uno de los de la temporada global al triunfar en Las Ventas, Ginés Marín, no estuviese anunciado. Tampoco, como opinión personal, entiendo porque dos toreros de la misma generación como son Roca (1996) y Ginés (1997) y que tienen una filosofía similar de entender la tauromaquia alternen tan pocas veces juntos. La lógica se va imponiendo en este 2023. Motivado por el triunfo de su compañero, Ginés Marín comenzaba de rodillas la faena al primero de su lote, el animal no acudía a su llamada y el extremeño se iba arrimando, tomando cada vez más riesgos. A partir de ese momento, Ventoso no paró de embestir. Los naturales cuerpo a tierra mirando al téndido desataron la locura en los tendidos. Ya daba igual el calor y el aire de los abanicos, pues en el ruedo se encontraba un torero arrebatado dispuesto a reinar en la plaza donde se crió. Se vio a un Ginés con las ideas muy claras y una gran profundidad. Siguió la faena con la mano izquierda con tandas que no dejaron que el público tomase asiento. Para rematar, unas bernadinas no aptas para cardiacos. Una marea de pañuelos blancos inundó el Coso de Pardaleras y obligó al presidente a conceder el rabo. Y, en el sexto, lo opuesto: toreo clásico con naturales tan lentos que aún duran. Se paró el tiempo en Badajoz y Marín demostró su amplio registro. Una gran estocada, como a su primero, le valió las dos orejas.
Y, tras el éxtasis, salieron el extremeño y el peruano a hombros en una de las mejores tardes de los últimos años en la capital pacense. Un duelo que, por el bien del toreo, hay que potenciar. Badajoz puede ser la semilla de algo histórico.
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